Los códices mesoamericanos

POR Joaquín Trejo
/ Dic, 2024
In tlahtolli, in amoxtli

Los códices mesoamericanos, conocidos como In Tlahtolli, In Amoxtli, en nahuatl representan una rica tradición mesoamericana de documentación y narrativa.

A mediados de los años 1400, el desarrollo de la imprenta y el papel marcó el inicio de una revolución cultural con la masificación del libro impreso en Europa, trayendo consigo una reducción en el costo de los libros y una ampliación en la diversidad de temáticas para satisfacer la demanda de las universidades. Así, libros de caballería, fábulas y novelas pícaras como el Decamerón se popularizaron. Sin embargo, en el amanecer del siglo XVI, cuando los españoles comenzaron su llegada a México, a los libros también se les llamaba «códices» y eran aún artículos de lujo, escasos y caros. Los conquistadores denominaron «códices» a los manuscritos mesoamericanos por la similitud de estos, escritos en papel de amate, con los europeos en pergamino. La tradición escrita mesoamericana, desde su mítico origen en la cultura madre Olmeca, registraba eventos humanos y sobrenaturales en piedra, frescos y libros de distintos materiales para validar linajes y justificar el ejercicio del poder.

La trascendencia de la tradición oral en estas culturas es innegable, comparable con la Ilíada y la Odisea, que inicialmente no se registraron por escrito sino que se transmitieron oralmente, permitiendo múltiples interpretaciones. No fue sino hasta el año 700 a. C., que se realizaron las primeras transcripciones de estas epopeyas griegas. Por su parte, Sócrates se mostraba escéptico sobre la escritura, argumentando que esta debilitaría la memoria y el arte de la elocuencia.

Los códices mesoamericanos fueron creados por los tlahcuilos –hombres hábiles en el dibujo, a quienes desde niños se les educaba en el Calmécac– e incluían pictogramas, ideogramas y glifos fonéticos, y aunque la palabra escrita era fundamental, la interpretación oral de los tlamatinimes no era menos importante. Estos sabios se encargaban de mantener vivo el significado y la relevancia de los códices. Ya desde el periodo clásico se encuentran los antecedentes de estos códices, y para el inicio del postclásico, ya se había desarrollado todo un canon de estilo e iconografía conocido como Mixteco-Puebla. Este influenció incluso a la avanzada escritura maya, donde los glifos fonéticos desempeñaban un papel central.

Cada una de las ciudades importantes de Mesoamérica contaba con su amoxcalli, un lugar para la conservación, estudio y reproducción de los códices. Sin embargo, la llegada de los españoles marcó el principio del fin para estas bibliotecas. Se sabe que ninguna se salvó de la destrucción, siendo la de Texcoco una de las más lamentables y documentadas, aunque el mismo destino alcanzó a la de Tenochtitlán y muchas otras. Paradójicamente, mientras que en el Templo de la Santa Cruz en Tlatelolco, se promovía la escritura de los códices postcortesianos para comprender y someter a los pueblos prehispánicos, un demonio llamado Diego de Landa ejecutaba la infame quema de innumerables documentos mayas.

Es una triste ironía que aquellos que destruyeron el conocimiento ancestral fomentaron la redacción de los casi 500 códices postcortesianos conocidos, con el objetivo de esclavizar a los pueblos indígenas. De los miles de códices elaborados antes del arribo de los conquistadores, hoy sobreviven tan solo 25, y de estos, 16 se encuentran en México, como el Códice Colombino, que relata las hazañas de 8 venados. Resulta sorprendente que, a pesar de su importancia, solo tres códices han sido descubiertos en contextos arqueológicos, uno en Nayarit y dos en la región maya, los cuales aún no se han podido estudiar por estar petrificados.

Aunque los códices mesoamericanos fueron en su mayoría destruidos por la conquista española, la persistencia de estos pocos documentos restantes ofrece una ventana invaluable al pasado y subraya la necesidad de preservar el conocimiento y la cultura en todas sus formas. El legado de los tlacuilos y los tlamantini sobrevive en estos códices, desafiando la destrucción y el tiempo, y continúa inspirando a aquellos que buscan entender la riqueza y profundidad de las civilizaciones prehispánicas.