El término naturalia comprendía todo producto de la naturaleza dotado de peculiaridades fascinantes. Ejemplos notables eran un tulipán único o una exótica orquídea descubierta en tierras lejanas, así como animales salvajes inusuales, como un rinoceronte o un elefante albino. Esta mater natura abarcaba también plantas y animales que habían existido en la Edad Media, y aunque hoy día extintos o relegados a lugares oscuros de la memoria, existen innumerables descripciones y evidencia que prueban su existencia; tal fue el caso de cuernos de unicornios, sirenas, lamias o monos de agua, la piel de dragón e incluso el vellocino dorado. Los zoófitos también tenían lugar, tales como el cordero de Tartaria, que brotaba de una planta, o los gansos nacidos de los percebes. Para finalizar, mineralia incluía fósiles y diversas piedras.
Nuestro acopio se podría clasificar en animalis natura y plantae natura apropiadamente. En relación a las plantas, justo afuera de la biblioteca se halla un pequeño jardín botánico con bonsáis y especímenes no convencionales como peyotes y lithops. Además, dentro de las peceras, prosperan plantas acuáticas, como el excepcional helecho windelow (Microsorum pteropus), difícil de cultivar, y copiosos asentamientos del reino Fungi con hongos morados y rosados en agua salada. Entre los seres vivos resaltan nutridas poblaciones de camarones enanos, caracoles dorados, peces y una formidable serpiente marina rayada (Laticauda colubrina).
Asimismo, no podían faltar ejemplares disecados: un búho que habiéndose dañado un ala murió, pero sobrevive en esta exhibición. Se encuentran también dos bellísimos murciélagos enanos, macho y hembra, y uno monstruoso con dos cabezas; un terópodo dorado y la cabeza de un imponente dragón, cercenada por un exterminador como aquel famoso carnicero apodado San Jorge. Lo más notable de este conjunto, sin duda, es un grupo de insectos extintos meticulosamente conservados. Entre ellos, el mortal alacrán volador del desierto de Gobi, una familia de ciempiés venenosos, dotados cada uno con cuatro tenazas –tan letales los juveniles como la progenitora– y una familia de escarabajos dorados del Himalaya, cuyo pelaje blanquecino les servía de camuflaje entre las nieves perpetuas de las alturas.
Queda por mencionar la mineralia, la cual contiene joyas como un pez atrapado en cantera blanca, nautilus iridiscentes y amonitas petrificadas en roca negra. Como cierre de nuestra peculiar colección se encuentra un enigmático cráneo humano reducido, de origen desconocido, que porta un diente de oro.ismo..