Pigmentos mesoamericanos

POR Joaquín Trejo
/ Ene, 2025
Sangre del corazón

Mesoamérica, bendecida por una naturaleza prodigiosa en colores, olores y sabores, fue la cuna de linajes que recrearían esa exuberancia en todos los ámbitos de su cultura. No es casualidad que esta región sea el origen de la cocina considerada como la mejor del mundo, aportando más de 30 productos ahora esenciales en el arte culinario de otros países, como: maíz, frijol, chile, jitomate, vainilla, aguacate, cacao, o guajolote, solo por mencionar algunos de los emblemáticos.

Sucedió lo mismo con un elemento fundamental de cualquier arte visual: el color. Utilizando vegetales, animales, insectos y hasta moluscos, inventaron una paleta de colores que recreaba su macrocosmos. Y de la misma manera que sucedió con la comida, esta ecúmene dio tintes que iluminaron otros mundos. Entre los más conocidos, se encuentran tres: la grana cochinilla, el azul maya y el palo de Campeche, que impactarían la industria tintórea, textil y de la moda en Europa.

La grana cochinilla o nocheztli

La primera función de los vestidos fue protegernos de los elementos de la naturaleza. Uno de los primeros inventos de los protohumanos fue la aguja y el hilo para ensamblar piezas de vestimenta. Quizá la evolución cultural llevó a cubrir nuestras partes pudendas pero inmediatamente después de esa necesidad protectora, convirtió los adornos y el vestido en símbolos de distinción para los dominantes. Tan grande era su importancia que, en todas las culturas, se castigaba incluso con pena de muerte a quienes usaban ropajes que no correspondían a su posición social, vinculando desde entonces la moda a la discriminación.

En 1464, un Papa decretó el uso de un tono conocido como «morado obispo» en todos los tejidos de la parafernalia católica. Esto estimuló el consumo de la tintura local conocida como kermes. Cuando Hernán Cortés informó al Rey de España sobre el tinte rojo mexicano, coincidió con una acuciante demanda de la industria tintórea. Nuestro colorante pronto se convirtió en el segundo producto de mayor ingreso para la Corona, solo tras la plata, y se transformó en la tintura predilecta de la Iglesia y monarquías europeas. Con la llegada de los españoles, la cantidad de grana tributada a Tenochtitlan alcanzaba cerca de las 4 toneladas; cincuenta años después, se llegó a esclavizar a los habitantes nativos para producir hasta 150 toneladas. La sangre de tuna, nocheztli, que metafóricamente significaba «sangre del corazón», en referencia al alimento de los dioses, pigmento de códices y de atuendos de la monarquía indiana se convirtió en un recurso capaz de realzar aun más la pretensión europea.

Cabe destacar que esta pigmentación carmesí fue muy apreciada por pintores de la talla de Van Gogh, Rubens, Caravaggio, Gauguin y Velázquez, entre otros. Hoy en día, su uso principal es en la industria alimentaria.

Azul maya o xiuhquilitl

El sur de la Nueva España también desempeñó un papel importante en la economía gracias al «oro azul»: el añil o azul maya. Este producto codiciado y costoso se distribuía a través de la Ruta de la Seda y era bien conocido por teñir materiales en tonos intensos de azul. Una variedad endémica de esta planta, conocida desde hace 6 mil años en Perú y otra del área maya, que permitía teñir con poco tinte de manera permanente y que fue muy usada en los frescos mayas y en los textiles, según informes de Sahagún, fue tan apreciada, que desplazó al producto hindú de las rutas comerciales mundiales tras la llegada española.

Los invasores aprovecharon no solo el cultivo, sino también todo el conocimiento indígena para la tinción –y por supuesto, la mano de obra esclava– creando un imperio tintóreo en el sur del Virreinato, incrementando notablemente las arcas españolas.

Cabe mencionar que los mayas usaban un aditivo, la atapulgita o silicato de magnesio y aluminio, un compuesto que actualmente se utiliza para curar la diarrea.

El «palo de Campeche» o «palo de tinte»

La moda, fenómeno social con el poder de excluir e incluir a la vez –sin importar su ridiculez o incomodidad–, fue iniciada por los famosos o poderosos para diferenciarse de los demás. Y los que la siguieron, en su afán de mimetizarse con la soberbia, protagonizaron casos icónicos, como el de la «moda a la española», que cautivó a Europa con sus vestimentas negras y gorgueras blancas. Ese adorno del cuello, tan grande y estorboso, obligó a extender el mango de las cucharas.

La tecnología tintórea maya encontró en las astillas del «palo de Campeche» (Haematoxylum campechianum) la manera de obtener tonos cafés y negros. Esta sofisticación fue rápidamente notada por los conquistadores, quienes observaron la durabilidad, profundidad y belleza del negro azulado. Al conocerse en España, Felipe II decretó por ley el uso en la Corte de este color, se le llamó «ala de cuervo». Generó tal furor que extendió la moda del negro por toda Europa y las colonias españolas. Los réditos generados por el tinte eran tan notorios que todas las potencias del momento negociaron parte de su comercialización o se dedicaron –con ayuda de sus piratas– a contrabandear los tron-cos. Hoy en día, el «palo de Campeche» se encuentra en peligro de extinción debido a semejante demanda.

Finalmente, un aspecto que hay que recordar es que los colores, como tal, no existen: existe la luz. Cuando la luz impacta un objeto, este refleja los componentes que no absorbe, y esas ondas son las que percibimos con nuestros ojos y entendemos como color; aunque siguen siendo luz. Cuando un material absorbe la luz en todos sus componentes entonces este carece de color, es negro. Actualmente, se ha creado un producto conocido como Vantablack que se aproxima a una absorción total de la luz, siendo uno de los tonos más negros conocidos.ta, reflejando el estupor que el arte mesoamericano le causó.