En 1867, la retirada de las tropas francesas y el fusilamiento de Maximiliano I marcaron el fin del fracaso de la intervención francesa en México. Este suceso fue seguido por otra vergonzosa derrota ante Prusia, donde Napoleón III se rinde y es hecho prisionero, humillando así al soberbio y pretencioso imperio francés. Estos acontecimientos no solo tuvieron impactos económicos; también mortificaron y afectaron, principalmente, el estado anímico de la juventud. Dicho sentimiento de insignificancia de la vida, hastío y decadencia ya era compartido por los artistas que habían arropado al romanticismo alemán, conocido como el mal du siècle.
Alrededor de 1880 se publica el libro «Ensayos sobre Psicología Contemporánea», donde por primera vez se trata sobre este pesimismo y melancolía que afectaba especialmente a los jóvenes franceses y a la sociedad en general.
La Femme Fatale de los Decadentes
Fue justamente ese derrotismo el fuego que alimentó la rebelión contra lo que se consideraba la sociedad bienpensante; azuzado por un grupo de artistas etiquetados como suicidas, perversos, misóginos… y que supieron apropiarse con la etiqueta de «decadentes». «Se sentían seres excepcionales a los que les era permitido explorar experiencias vedadas… pecados, vicios, perversión… son cosas que pueden tolerar, aún admirar por su artificialidad, pero no la vulgaridad y la fealdad». Concebían a la mujer como vampiro «activa y perversa, llena de encantos, ante los cuales cae irremisiblemente un ser masculino» enfermo del mal de amores.
El arte de Felicien Rops (1833-1898), notable entre los pintores decadentistas o simbólicos. Su obra erótica, misógina y provocadora no restaba mérito a la perfección de su pintura o de su grabado, donde la femme fatale se convierte en un personaje recurrente e identificable, presentándose como hechicera diabólica, prostituta o incluso como la muerte misma.
El cuadro Pornokratès es una notable muestra de su calidad artística y capacidad de ofensa a la sociedad acomodada. En esta obra, una prostituta pasea confiada a un cerdo, simbolizando con este animal despreciado al hombre sin voluntad, dominado y controlado por la mujer. Tres putti se revuelven en sufrimiento, indicando que el verdadero mal es de lujuria y no de amores. Los personajes caminan despectivamente sobre un friso en ruinas que representa a las artes clásicas, con lo que demuestra su desprecio al arte burgués.
Una alegoría del Pornokratés, en una obra de la colección, muestra en el cuadro central a la prostituta con un cráneo como cabeza, similar a las meretrices sifilíticas de Rops, pero también con un par de alas de ángel. Otra sección muestra a este ángel-mujer-muerte alimentando con su sexo a un cerdo sumiso y sometido, como la Circe alimentó a los marineros de Odiseo, convirtiéndolos en cerdos. En los otros cuadros, se invita al observador, en posturas impúdicas, a someterse y convertirse en parte de sus cerdos.
Entre el Marqués de Sade y von Sacher-Masoch
Las dinámicas de la dominación y sumisión remiten a perversiones clínicamente definidas en la obra Psychopathia Sexualis –del psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing, publicada en 1886– donde por primera vez se conceptualizaron el sadismo y el masoquismo.
Mencionar a Sade puede resultar un cliché, no sucede así con Leopold von Sacher-Masoch, erudito, escritor, polígrafo y masoquista –tanto en la realidad como en su obra–. Von Sacher-Masoch alcanzó fama y también escándalo con su novela La Venus de las pieles, en la que el protagonista establece un contrato de esclavitud de por vida con Wanda, su esposa. Curiosamente, Masoch imitaría este aspecto ficticio en su vida real, solicitando a su mujer que cambiara su nombre por el de la heroína de su libro.
Esta novela ha tenido una influencia que persiste hasta nuestros días con frecuentes adaptaciones teatrales y una destacable versión cinematográfica dirigida por Roman Polanski (La Vénus à la fourrure, 2013), basada en la obra homónima del dramaturgo estadounidense David Ives, que a su vez se inspiró en su novela La Venus de las pieles de Sacher-Masoch. Cabe resaltar que Masoch libraría en vida una batalla legal para evitar que su apellido se convirtiera en el epónimo de una perversión sexual… no tuvo éxito en este empeño.
En este tenor, la colección Coatepantli mantiene obra fotográfica, pictórica y escultórica sobre el bipolar tema del sometimiento y el dominio. Tema espinoso –hoy más que nunca– que continúa generando tanta controversia como análisis.ión y racismo..